Yo sigo esperando demasiado, de alguien que nunca me ha dado nada. Es triste, muy triste. Sin embargo, hay que caminar en línea recta mirando por donde pisas, para no volver a tropezar con la misma piedra.
Intento no decepcionarme de la gente, pero es inevitable, la humanidad se derrumba en silencio, sin que nos demos cuenta.
Intento tratar de ser feliz, pero es difícil.
Intento no castigarme a mi misma, por todas las cosas malas que he hecho, sin embargo me pongo a llorar, y llorar es perder el tiempo, llorar no soluciona nada, llorar te hace pedazos por dentro.
Intento cumplir mis metas, pero hay gente que te impide que se hagan realidad, gente envidiosa.
Intento mirar siempre hacia delante, pero siempre miro al suelo, por miedo al rechazo. No se porque lo hago, la opinión de los demás me tendría que importar muy poco, sin embargo, me importa demasiado.
Intento quererme a mi misma y preocuparme de mi futuro. Pero, por falta de amor y de cariño se me olvida que yo soy mi prioridad.
Conclusión: Gracias a las decepciones de la gente, ahora sé desconfiar. Las palabras no se las lleva el viento, se quedan grabadas en la mente y no se olvidan.